domingo, 17 de abril de 2011

Diario de una puta- Capítulo 9

1 de Octubre, 2009, 08:00 am


Cuando llegamos a la cafetería, nos sentamos en una mesa, uno en frente del otro, inmediatamente vino un camarero.

-¿Qué desean?- preguntó el camarero.

-Dos cafés.- contesté.

El camarero se fue y al cabo de un rato volvió con nuestros cafés.

-¿Qué tal?- preguntó Miriam nerviosa.

-Bien

-Venga, no me mientas sé que le ha pasado algo a Lola, así que cuentame.

-Nos metiamos demasiao.

-¿Te sigues metiendo?

-Sí,pero yo no soy como ella, que se metia de to'. Mira, el Jota me ha pasao una papelina hoy, jaco del bueno. Alucina que te cagas. Me he cogio un vuelo sideral y he bajao sin paracaídas. He salio a la calle y las paredes se movían, tronca, se movían lo imposible. Pero yo soy un tío decente, eh, que solo me gusta del bueno. Los polvos de lavadora pa' los pringaos. No te vayas a creer que soy una mierda de yonki. No señor, yo soy dro-ga-dic-to, el señor drogadicto, con todas las letras, que mi nariz solo aspira polvo de primera clase. Porque no todo es bueno, ¿sabes? Yo solo con olerlo lo sé. Y sabes porque lo sé, colega. Porque tengo un olfato de perro adicto que te cagas. Como los de la policía pero en versión molona. Y cuando no tengo dinero,voy a la cola de la meta como un gilipollas para pasarme el mono de mierda. No consuela, pero joder, la necesito. Sé que nunca lo entenderás, pero si no esnifo, me siento vacío. Me siento la puta sangre espesa y las malditas venas colapsadas. Y no me gusta, tía, no me gusta, que yo quiero ser feliz. ¿Me entiendes? Solo ser feliz.

Estaba alucinando por todo lo que estaba escuchando, decidí pasar de lo que me decia e ir directamente al grano.

-¿Qué le ha pasado a Lola?

Se hizo el silencio, Jose agacho la cabeza. Deduje que los rumores que me habian llegado eran ciertos, pero queria comprobarlos por mi misma.

-Ehh..¿hola?- dije intentando volver a Jose al mundo real.

-Yo...yo...en aquellos tiempos era feliz. Tenía todo lo que se podía desear: una mujer guapa, un buga tuneao, mucha mierda y unas ganas increíbles de follar. Vamos, que para qué mas. Mi chica era la mejor novia del mundo. La Lola había despuntado ya desde pequeña, con sus tetas como pequeños planetas, su boca de vicio y sus ganas incansables de joder. Que ni las mejores putas de lujo joder. Solo había problema tronco, un puto marrón que lo jodía todo: la muy maldita se metía de mierda como si no hubiera un mañana. Todos los putos camiones que subían del moro llenos no habrían sido suficientes para ella. Era una yonki (de mierda). Total, que la tipa estaba buenísima pero cuando iba metida nunca quería follar, decía que la daba demasiadas vueltas la habitación y que no coño Jose, por detrás no que duele. Un marronazo que te cagas. Y la tía venga a ponerse y a irse de fiestas. Y a joderse la vida. Nadie lo habría dicho. La Lola, la Lolita, la tipa dura del barrio. Que llevarla de la mano era como llevar un ferrari, todos los tíos salidos de mierda del callejón babeando y suspirando por ser yo. Y nada, que la tipa se me fue muriendo. Como las plantas, que primero se les caen las hojas y cuando solo queda el tronco acaban por romperse y resquebrajarse. Creo que no sufrió. Ella pensaría que iba a meterse un chute y punto, y que con el lotazo que se iba a pillar la dejaría de doler la cabeza. Que hacía días que la tenía loca, prema. La verdad es que por esa época yo también iba bastante metido y no me acuerdo de mucho. Se puso guapa y me dijo que se iba donde la meta un rato, que iba corta de pasta y la hacía falta un poco de algo. Y que si la daba un piti, que joder prima, no tengo ni pa fumá. Yo me quedé en casa sobando, que suficiente tenía como para encima peregrinar con ella. La verdad es que en esa época no nos reíamos mucho. Y ná, que a las horas vinieron los verdes a mi casa diciéndome que si conocía yo a Lola López, que me tenían que dar una noticia. Y yo me puse a gritar como un loco que no, que la Lola no traficaba, y me cogí un cabreo de aúpa. Y el puto madero que me miraba y tal. Y al final, que no tronco, que no, que la Lola la había palmao. Joder y re-joder. Y ná prima, ná, que se me fue un poco la bola y le pegué al madero, cogí toda la pasta que me quedaba y me fui donde los colegas. Me bebí todo el puto bar buscandola en el fondo de cada vaso. Me metí todas las rallas del mundo intentando verla en cada rastro de polvo blanco. Y no estaba coño, no estaba. Tía, la Lola sa muerto. Y nada, que se ve que se me fue la flapa mazo y acabé atizándole a un pobre pringao que me intentó decir que mi nena estaba muerta y que porque no me iba casa. Y ya no me acuerdo de más. Me desperté y estaba en un sitio to blanco, que nunca había visto una casa tan blanca.

-No puede ser...-dije con la cara desencajada.

-Así es

-Bueno gracias por contarmelo. Toma. - le dije a la vez que le tendia un billete de 20€

-Gracias bueno yo ahora soy un hombre nuevo. Muy nuevo. Ná, cari, que me voy a pillar, encantao de haberte conocío, titi. Tómate la última por mí.- me dijo a la vez que se levantaba de la silla y salia por la puerta.

-Pero...espera..- salí detrás de él intentando detenerle.

Logré ver que Jose se metió en el metro de la plaza de Lavapiés, no tuve tiempo a preguntarle donde iba, pero estoy segura de que iba a un lugar mejor del que venía.

Diario de una puta- Capítulo 8

Perdonadnos por tanta tardanza, 
para compensaros subiremos dos
capítulos en vez de uno. 
Esperamos que os gusten :)



1 de Octubre, 2009, 07:00 am

Habían pasado dos días desde mi reencuentro con las pastillas y con el camello.

Me levanté algo mareada y me fui al espejo a comtemplar mi demacrado rostro. Me metí en la ducha y me froté fuertemente con la esponja, recordando las dos noches anteriores y dándome asco  a mí misma, pensando en por qué había vendido mi cuerpo a aquel hombre: ¿Por unas pastillas? ¿Tan bajo había caído en tan poco tiempo? No tenía amigos, no tenía pareja, no me quedaba nada. Pensé en todo ello mientras el agua caía pesadamente sobre mi pelo... ¿Qué tenía que perder? Nada. Había perdido absolutamente todo lo que tenía, sólo me quedaban mis nuevas amigas, las que supe que mientras pudiera costeármelas (de una u otra forma) nunca me darían de lado, nunca me abandonarían: las drogas.

Con ese pensamiento, salí de la ducha y me vestí. Aún con el pelo mojado, cogí mi bolso, un billete de cincuenta euros y otros dos de veinte, salí a la calle. Me dirigí de nuevo al callejón de siempre, en el que como yo ya sabía, él estaba esperándome. Aunque esta vez había dos. Miguel, mi camello, el de siempre, al que yo me había vendido por unas míseras pastillas; y uno desconocido, intentando negociar con él sobre el precio de alguna mercancía.

-Pero ¿no me lo puedes rebajar un poco tío? Si sabes que yo siempre te pago, pero hoy no tengo más.

-No, lo siento, el precio es el que hay Jose, y tú sabes mejor que yo que no puedo rebajar a nadie. Si no yo ¿de qué vivo?

-Si ya lo sé, si no te digo que no te lo vaya a pagar, pero esque no tengo ahora, cuando tenga yo ya vuelvo (que sabes que volveré) y te lo doy, si somos amigos joder.

-No, antes que mi amigo, tú eres un cliente, y si no me sales rentable, ya te estás yendo-de pronto levantó la vista y la fijó en mí. parada vacilante en medio del callejón-. Anda, Miriam. Hola guapísima, ¿qué tal?

-Hola Miguel...

-Esta noche vamos a mi casa ¿no?

-Si tienes algo para darme... sí.

-Para ti siempre guapa.

-Oye oye, para ella tienes ¿y para mí no?-se quejó Jose-.

-Es que ella me paga.

-Sí, la cuestión es cómo. No creo que eso para ti sea tan rentable.

-Mucho más que el dinero.

-Si molesto yo me voy... sólo venía a pedirte la dosis-dije yo-.

-Tranquila niña, a ver-rebuscó en sus bolsillos y sacó una bolsita con tres pastillas-. Aquí tienes. Esta noche te paso a buscar y me pagas ¿eh?

-Yo siempre te pago.

-Lo sé.

-Bueno, me voy... hasta luego.

-Adiós Miriam.

Di media vuelta para volver por donde había venido, pero antes guardé mis pastillas a buen recaudo en mi bolso.

-Bueno, ¿y Lola, tu churri? Hace dos días que no la veo por aquí, y es bastante raro. No se habrá ido a por otro ¿no?-dijo Miguel. Al escuchar el nombre de Lola, hice como que se me caían las llaves al suelo y me agaché a recogerlas para escuchar más-.

-Sí, bueno es que ella... no está bien. No está en su mejor momento, no sé si me entiendes.

-Perdona... esa Lola de la que habláis... -le dije a Jose, y le describí a mi antigua amiga y le enseñé una foto que tenía en el móvil-. ¿Es ella?

-Pues sí, es ella sí. ¿La conoces?

-Sí, ella es... bueno, era mi amiga hasta hace poco. Discutimos y... no la he vuelto a ver. ¿Qué tal está?

-Ya has escuchado... no está en su mejor momento-me dijo Jose-.

-¿Por qué no hablamos en otro sitio más tranquilos?-le pregunté guardando el móvil en el bolso-.

-Vale guapa, como veas.

Nos despedimos de Miguel y nos marchamos juntos del callejón, caminando por la calle sin un rumbo fijo hasta que vi el sitio ideal en el que poder hablar sin que nadie nos molestara.

sábado, 19 de febrero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 7

30 de Septiembre, 2009, 18:00 pm

Me levanté de aquel rincón y me sequé las lágrimas con un pañuelo. Por mi cabeza pasaban miles de cosas. No comprendía como en menos de 24 horas me había quedado totalmente sola. Me dirigí al baño y me lavé un poco la cara, me miré en el espejo. Tenía un horrible aspecto.

-Parezco un zombie- dije para mí misma.

Saqué de uno de los pequeños cajones que había en el tocador, un neceser blanco, contenía múltiples de correctores, un neceser de primeros auxilios para princesas en apuros. Me apliqué en la cara todo tipo de correctores y volví a mirarme detenidamente en el  espejo. Había una gran mejoría en mi cara. Después de solucionar mi grave problema con las ojeras, cogí mi abrigo y mi bolso, en él metí  60 euros y un paquete de pañuelos de papel. Salí de mi casa y me dirigí a un parque donde sabia que se encontraba aquel chico que me vendió la cocaína la noche anterior. Le encontré rápidamente, nada más verle me acerqué a él con cierto cuidado. No parecía tan misterioso como aquella noche que le vi, más bien me parecía hasta atractivo. Era alto, tenía la piel morena y era de complexión atlética, sus ojos eran azules verdosos. Llevaba unos vaqueros azules con unas deportivas de color blanco y una chaqueta de color marrón.

-¿Tienes mercancía?- le susurré.

-¿Cuánto quieres?-me dijo.

-Un gramo.-le respondí.

-Te propongo una cosa…un 2x1 pero me tienes que hacer un favor- dijo esto mirándome descaradamente el escote- ya sabes para alegrarme el día y eso…

Cuando me lo dijo, pensé en decirle que no, pero quería demostrarle a Lola que no es necesario depender de una persona que no la valoraba para poder conseguir aquellas golosinas.

-Bueno….pues…la verdad es que otra alegría para mí no me vendría mal-dije mordiéndome el labio inferior.

-Te llevo a mi casa y si quieres ese par de gramos nos lo tomamos nosotros mientras que nos lo pasamos bien..- me dijo a la vez que me cogía de la cintura.

-Me parece genial.

Nos dirigimos a su coche era un Seat Ibiza de color rojo fuego. Durante el viaje no articulamos palabra. Al llegar entramos en su portal, subimos unas escaleras de madera y luego él abrió la puerta de su casa. Al ver el interior de su casa me quedé sorprendida nunca pensé que un camello tuviese una casa tan organizada, siempre me imagine que vivirá en un tugurio lleno de humedades, ratas y más cosas desagradables.

-Te puedes poner cómoda- me dijo sonriendo.

Me quité la chaqueta y la deje en una silla, de repente note unas manos en mi cintura, me giré y allí estaba él, tocándome el culo con brusquedad y mirándome con cara de querer comerme en un solo bocado.

-Vamos a pasarlo bien- sacó del bolsillo una pequeña bolsa de plástico, de ella sacó una pastilla blanca en la que había dibujada un gallo.

-Dijimos que íbamos a tomar cocaína- dije asustada.

-No te preocupes, con esto te lo vasa pasar mejor. Además te las doy gratis, ¿recuerdas?- después se colocó la pastilla en la comisura de los labios y se acercó a mí para besarme, yo accedí sin dudarlo.

Nuestras lenguas se entrelazaron y yo recibí la pastilla en mi boca e inmediatamente me la tragué. Escasos minutos después me notaba mareada y me daba vueltas todo, no sabía dónde me encontraba, solo sentía que aquel chico recorría cada centímetro de mi cuerpo como si me fuese a desintegrar en ese mismo momento. Lo último que recuerdo son los gemidos de placer que salían de los labios de ese chico y que todo me parecía una película. Me gustaba esa sensación y quería volver a experimentarla. 

lunes, 7 de febrero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 6

30 de Septiembre, 2009

Oía cantos de pájaros entrando tímidamente por la rendija abierta de la ventana. Sentía la circulación y los atascos de las calles, las voces de la gente y el claxon de los coches. Sentía también un suave e incesante sonido procedente posiblemente de la televisión que supongo abría dejado encendida la noche anterior, de la que recordaba más bien poco. Noté un ligero entumecimiento en mi cabeza, producto de una mala noche y de unos sueños extraños que había tenido. Abrí los ojos y miré al techo. Entonces recordé cómo lo veía ayer, borroso y de formas extrañas y terroríficas. Y a ese recuerdo le siguieron todos los demás. La fiesta, Héctor, Bea, la cama, la casa de Héctor, las pastillas, la cocaína... todas las malas acciones que había realizado en dos días golpearon mi mente como si se tratara de un martillo.

Empecé a encontrarme realmente mal, y me dirigí corriendo al baño para vomitar pues ya no podía soportar las naúseas. Después sonó el timbre de mi casa, y me pregunté quién podría ser tan oportuno de venir a visitarme en un día como hoy. Fui hacia la puerta y abrí sin siquiera mirar por la mirilla.

-Hola tía... ¿estás bien?-dijo Lola asustada al ver mi cara demacrada-.

-Sí, sí, tranquila, he tenido una mala noche... pasa, pasa-me aparté para que Lola pasara y cerré la puerta. Nos sentamos en el sofá-.

-A ver, Miriam... tengo que hablar contigo.

-Pues dime entonces.

-Verás... Bea está realmente enfadada y realmente mal... dudo que se le pase algún día.

-Lo sé... todavía no comprendo cómo pude hacerlo.

-De eso quería hablarte. Verás ella metió algo en tu copa... ya sabes...drogas.

-Sí, la vi guardando algo, pero no le di importancia.

-Sí, pues era eso... Y bueno, a mí me parece muy mal lo que ella hizo. En realidad todo esto es culpa suya.

-¿Pero?-noté a Lola nerviosa, en realidad quería decirme más cosas de las que decía-.

-Pero... ella me ha dicho que no hable contigo.

-Pero tú puedes hacer lo que quieras Lola.

-Bueno teóricamente sí pero... verás es que ella es la que me las da. Si sigo siendo tu amiga, dejará de dármelas ¿entiendes? Y no sé de dónde las saca, no volveré a divertirme nunca...

-¿Qué dices Lola?

-Las pastillas. No sé de dónde las saca, sólo las sabe conseguir ella, nunca me ha dicho quién se las da, y si sigo siendo tu amiga, me quedaré sin ellas, y ya no habrá más fiestas Miriam, ya no habrá más fiestas.

-Espera, espera un momento... ¿me estás diciendo que vas a cambiarme por unas pastillas?-Bueno es que dicho así suena muy mal... Pero básicamente, sí. Tía, no puedo vivir sin eso, las fiestas son aburridas sin ellas.

-Lola, ¿tú te estás oyendo? Eres una puta drogadicta.

-No, no soy una drogadicta. Pero con eso me divierto más, es una ayuda para pasárselo bien.

-Y prefieres esa "ayuda" antes que estar con tu amiga de verdad, porque sabes que Bea es más falsa que una moneda de 3 euros.

-Pero a mí Bea me da igual, mientras me las siga consiguiendo, me importa más bien poco lo que sea ella.
-Esto es increíble tía... no me lo puedo creer...

-Pues lo siento, pero es lo que hay. Lo siento, Miriam de verdad, sabes que yo te quiero y que eres mi mejor amiga, pero...

-Pero nada Lola. No me quieres, no te importo lo más mínimo. Y para mí, a partir de ahora, estás muerta.
-Tampoco hace falta ponerse así tía...

-Fuera de mi casa, Lola-le dije con dureza levantándome del sofá, y ella hizo lo mismo-.

-Si me voy tranquila... por lo menos no me odies...

-Lo haré. Porque te lo mereces más que nadie en el mundo-la cogí del brazo y la empujé hacia la puerta que acababa de abrir-. Vete. No quiero volver a verte.

-Lo siento Miriam...

-Ni lo siento ni ostias. Vete ¡YA!-la empujé aún más para sacarla de mi casa, y cerré con un portazo-.

Después, me dirigí al sofá, me tumbé bocabajo, y me eché a llorar como nunca lo había hecho, sintiendo una soledad que jamás habría imaginado llegar a sentir.

miércoles, 26 de enero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 5

29 de Septiembre, 2009

-Oh, dios mío- gemí a causa del dolor de cabeza y de cuerpo que tenía.

Estuve un rato quejándome por el dolor y restregándome los ojos para poder ver donde me encontraba. Logré darme cuenta de que me estaba en la misma habitación que la mañana anterior, la diferencia era que estaba desnuda y que tenía todo el cuerpo dolorido. Noté como en una de mis nalgas había un pequeño moratón. Al principio me asusté mucho, por qué no recordaba nada de lo que había hecho la noche anterior. De repente salió del baño Héctor, tenía la misma sonrisa encantadora de la primera vez que le vi. Él iba en calzoncillos.

-Ya te has despertado. Has tenido una noche muy movidita. Bueno quien dice has...dice hemos. –dijo Héctor guiñándome un ojo y sentándose en la cama para vestirse.

Después de esas escasas palabras, comprendí todo. Me había acostado con Héctor. Me había acostado con el novio de mi amiga y lo peor de todo es que no recordaba absolutamente nada de lo que había pasado aquella noche. En ese mismo momento empezó a recorrer un gran cosquilleo por mi cuerpo, no sabía si era miedo o una consecuencia de todo el alcohol que había tomado.

-¿¡ME  ESTÁS DICIENDO QUE NOS HEMOS ACOSTADO!? No, esto no puede haber pasado. Explícamelo, por favor Héctor. Tiene que ser un sueño enserio. –dije levantándome de la cama como pude y cogiendo la sábana para taparme.

-Miriam, deberías de descansar. Ayer ibas a rebosar de alcohol y…otras cosas. Te vi preciosa y muy efusiva. Además te me lanzaste y yo no pude resistirme a tus encantos y acabamos aquí, pero tranquila que no le diré nada a tu amiga eso si mejor que ella eres en la cama.

-Serás hijo de…

-¡Miriam! Tengo que hablar contigo tía. –Bea interrumpió a Miriam mientras daba golpes a la puerta para pasar.

-Joder, joder, joder. ¿Y ahora qué hacemos?- susurré a Héctor muy enfadada.

-¿Con quién estás hablando Miriam? Que te oigo tía, ábreme por favor.

Al cabo de unos minutos, se abrió la puerta de la habitación y detrás de ella se encontraba Bea, que se quedó paralizada por lo que estaba viendo. Nos vio a mí y a Héctor en la habitación, a mi completamente desnuda con una fina sábana enrollada por mi cuerpo y a Héctor en calzoncillos.

-¡No me lo puedo creer! ¡No me lo puedo creer! Y mucho menos de ti, pero serás zorra. –dijo Bea alterada.

-Relájate tía, esto no es lo que parece.

-Pero como no va a ser lo que parece. Además de borracha y drogadicta eres una puta.

Después de decir Bea esto, se acercó a mí de forma agresiva y me empujó hacia la puerta. Después continúo empujándome hasta conseguir llevarme a la salida de la casa. Yo me quedé tirada en el jardín, completamente desnuda y con una fina sábana blanca. Estuve un rato en el suelo, llorando por lo ocurrido. Cuando me iba a levantar para irme de allí, se abrió uno de los ventanales de la habitación donde había dormido las dos últimas noches.

-Tú, zorra, aquí tienes tu ropa, tu bolso, y las llaves del coche. No quiero volver a verte nunca más.  –dijo Beatriz mientras me tiraba por la ventana todas mis cosas.

Yo las recogí y me dirigí al coche rápidamente. Me vestí y me fui de allí, lo único que me apetecía en ese momento era irme a mi casa. Cuando llegué aparqué el coche en el garaje y me dirigí a mi portal. Durante el corto camino que tenía que hacer, me encontré a un chico, era de tez morena y muy alto. Al principio me dio miedo, pero cuando vi que se acercaba a mí con algo en la mano, entendí  lo que pretendía hacer.

-¿Quieres algo de mercancía?- dijo enseñándome lo que tenía en la mano.

Mi respuesta era un no, pero había pasado muchas emociones fuertes y necesitaba relajarme. Sabía que porque tomara un poco, otro día más no pasaría nada, pero a la vez me atormentaba, ya que el comentario que había hecho horas antes Beatriz podía ser cierto y yo no ser consciente de ello.

-Sí- le respondí.

-¿Qué quieres?

-¿Qué tienes?

-Cocaína y chocolate.

-Quiero cocaína.

-¿Cuánto?

 -Un gramo.

-Son 30 €

Saqué el dinero del bolso y se lo di al chico. Éste me dio una pequeña bolsa en la que contenía un polvo blanco. Aquella bolsa me hizo recordar todo lo ocurrido en las pasadas fiestas. Recordé como Bea me ofrecía una pastilla en la discoteca y también recordé como guardaba en el bolso una bolsa similar a la que me había dado aquel chico. Pero eso no me importaba, me di cuenta en ese momento que mi supuesta mejor amiga me había metido en el mundo de la droga y a pesar de ser consciente de ello, no me lo pensé ni un segundo y me lleve aquella cocaína.

Me  la guardé en el bolso y me fui a casa. Cuando llegué me puse cómoda. Para mi ponerme cómoda era estar en ropa interior con una camiseta larga. Así que eso hice, después encendí la televisión y saqué del bolso la cocaína que había comprado escasos minutos. Abrí la bolsa y me dispuse a echar todo el contenido en la mesa. Cogí una tarjeta de mi monedero y con ella hice finas rayas con aquel polvo blanco. Cuando ya estaban hechas, hice un pequeño y fino tubo con un billete de 20 euros y me ayude con el tubo para esnifarlo. Cuando ya lo esnifé, me tumbé en el sofá a ver tranquilamente la televisión. Al poco tiempo todo me daba vueltas. Me dirigí a la cama como buenamente pude, tan solo me acuerdo de que me tumbé y que el techo era de formas tétricas, después cerré mis ojos y me dispuse a relajarme y a olvidarme de todo lo que había pasado esos últimos dos días.

domingo, 16 de enero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 4

28 de septiembre, 2009, 8:00 pm

Me encontraba sentada en el borde de la cama de mi habitación, con las puertas del enorme armario abiertas de par en par  frente a mí. Al final, Bea había conseguido persuadirme de que fuera a la fiesta, así que tendría que encontrar ropa de más o menos mi estilo en aquel mar de prendas que se alzaba delante mía. No me apetecía nada asistir a aquella dichosa fiesta, todavía me duraba la de ayer, pero sabía con certeza que si no le seguía la corriente a Bea, seguiría con el mismo tema y yo, como siempre, acabaría cediendo, así que de esta manera me hacía incluso un favor a mí misma.

Suspiré para dejar de pensar, y volví mi vista y mi atención de nuevo al armario. Vi un vestido color azul oscuro, elegante pero no demasiado, con escote palabra de honor y corto. No me convenció demasiado, pero fue lo mejor que vi, así que cogí los zapatos que más le pegaban (azules de punta, con un tacón alto y fino y pequeños diamantes incrustados en los bordes) y me vestí en 10 minutos. Después me dirigí al baño a maquillarme e intentar disimular como mejor se podía la resaca que se resistía a desaparecer por completo y arreglarme el pelo desastroso que tenía, tan desastroso que estuve 40 minutos en el baño. Justo cuando terminé, Lola entró en mi habitación.

-¿Miriam? ¿Estás lista?-dijo desde la puerta-.

-Sí, ya he terminado-le contesté saliendo del baño terminando de recogerme el pelo en un moño elegante-.

-Estás increíble tía-me dijo Lola asombrada-. Aunque la verdad no es nada nuevo.

-Gracias tonta, tú estás preciosa.

-Bueno, vamos a la fiesta ¿no?-me dijo Lola entusiasmada-. Está empezando a llegar la gente.

-De acuerdo-accedí un poco más desganada-.

Salimos de la habitación y bajamos las escaleras para llegar al enorme salón en el que se iba a realizar el evento. Héctor y Bea se encontraban en la entrada saludando con una sonrisa a todos los que estaban llegando a la enorme casa. Al vernos bajar por las escaleras, sonrió a un tipo rubio alto y a su mujer larguirucha y aún más alta que él, le dio un breve beso a Héctor, y se dirigió hacia nosotras.

Iba vestida con una falda negra, corta, unos zapatos negros también de una altura imposible, y una camisa blanca, y llevaba el pelo suelto y liso.

-¡Qué guapas chicas!-nos dijo sonriendo-.

-Pues anda que tú-le dijo Lola-.

-Nada, nada, vosotras vais mejor. ¿Pasamos al salón y nos tomamos algo?

-Si todavía no ha empezado la fiesta ¿no?-dije yo-.

-Y qué más da, así vamos calentando-dijo Lola-.

-Bueno está bien, pero empecemos con algo suavecito que a mí todavía me dura lo de ayer-dije mientras andábamos hacia el salón, donde ya había unas siete u ocho personas más-.

-Vale abuelita, ¿quieres un vasito de agua?-se burló Bea, y Lola se carcajeó-.

-No estaría mal-respondí sonriendo levemente-.

-Anda anda, deja de decir tonterías-llegamos a la barra que había preparada en el enorme y lujoso salón-.

-Buenas noches, ¿qué desean?-nos dijo el joven camarero sonriente-.

-Pues no sé... nos pones... tres Bacardi con limón, por favor-dijo Bea-.

-Enseguida señorita.

-¿Eso es algo suavecito para ti?-le pregunté un tanto molesta-.

-No seas tonta, si es gratis. Cuando no quieras más lo dejas, o lo que quieras.

-Vale, pero no me pidas más cosas.

-Que no, que no.

El chico nos sirvió las tres copas y nos dirigimos a uno de los ocho sofás negros de piel de diferentes tamaños que había repartidos por la estancia. Nos sentamos en uno no muy grande, donde entraban cuatro personas y nos pusimos a hablar de la gente, de la casa, de la fiesta, de Héctor... y así se nos pasaron las horas hasta que llegaron las doce y diez, que ya había llegado todo el mundo sin ni siquiera darnos cuenta.

Había en el salón unas 35 personas, casi todas personas importantes y conocidas. Había presentadores de televisión, actores, empresarios... lo que era la clase alta. Al ver todo eso, me sentí un poco fuera de lugar, yo no tenía ni la mitad de poder adquisitivo que aquellas personas, a pesar de que no me faltaba precisamente el dinero. Me giré para compartir impresiones con mis amigas y vi a Bea guardando algo en su bolso de forma misteriosa. Aquella imagen me resultó extrañamente familiar.

-Bea, ¿qué haces?

-Nada, retocándome un poco el maquillaje, se me había movido la raya.

-Chicas sosas, me voy a bailar-dijo Lola de repente-. He visto un tío que está... me voy a buscarle-se levantó deprisa y se perdió en la multitud-.

-¿Qué le pasa a ésta?-le dije a Bea-.

-No sé, quiere divertirse, es lo normal tía-me dijo tranquilamente-. Bueno, yo también me voy a ir a bailar, estoy harta de estar sentada, ¿te vienes?-y se bebió lo que quedaba de su Bacardi-.

-No sé tía...-dije yo bebiendo un pequeño sorbo. Después continué bebiendo mirando a la gente, al salón, que me resultaba extraño, y me entraron unas ganas irrefutables de movimiento-. Venga sí, vamos a alegrar las caras de estos aburridos...

-¡Así me gusta!-dijo Bea feliz-.

Nos levantamos del sofá y en nuestra búsqueda de alguien con quien bailar, pues todos estaban parados, vimos a Lola con un chico joven de unos 25 años, moreno y sonriente, bailando con gran proximidad.

-Creo que Lola ha encontrado a su hombre-me dijo Bea-.

-Pues sí, tiene pinta.

-¿Por qué no te buscas a uno?

-Está bien, a ver qué veo por aquí-Bea se marchó con Héctor y yo comencé a buscar a mi pareja de esa noche. Me dirigí a un chico alto, de más o menos 30 años risueño y moreno-.

-Hola. ¿Cómo te llamas?

-Adrián, ¿y tú guapa?

-Miriam. ¿Quieres que bailemos?

-Quién te rechazaría preciosa.

Nos reímos y charlamos mientras bailábamos. Resulta que el tipo estaba casado y tenía dos hijos, pero para mi sorpresa, aquello no me importaba lo más mínimo. Lo único que quería era pasármelo bien con él, yo nunca había sido así. Entonces recordé a Bea guardando algo en su bolso y estuve a punto de recordar más cosas pero...

-¡Cambio de pareja señores! Que así es un aburrimiento-dijo Héctor sonriente, y se puso a mi lado-. ¿Un baile, señorita?

-Claro.

Me cogió las manos y empezamos a bailar sin seguir siquiera el ritmo ni el sentido de la música, simplemente nos divertíamos sin importar los demás. Las luces comenzaron a apagarse lentamente, escuchaba el sonido de mi risa por encima de todas las cosas, la gente comenzó a desaparecer de mi vista. Recuerdo como Héctor subía las escaleras conmigo en brazos. Recuerdo como nos metimos en su habitación y recuerdo que me tiró a la cama, con una leve sonrisa torcida y cómo se desabrochaba los botones de su camisa. Y después, lo último que puedo recordar, es estar tirada desnuda en mi cama de la habitación blanca, tapada con una sábana y con una de las peores jaquecas de mi vida.

jueves, 6 de enero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 3

28 de septiembre, 2009


Cuando me desperté me daba vueltas todo, empecé mirar por todas partes, no reconocía el lugar donde me encontraba. Estaba en una habitación completamente blanca, si no hubiese sido por el gran ventanal que tenia a mi izquierda hubiese pensado que estaba en el  hospital. Los muebles eran marrones oscuros de un estilo antiguo pero elegante. La cama era de matrimonio y como el resto de la habitación, de color blanco. A mi izquierda como he nombrado antes había un gran ventanal que daba a una enorme piscina, a pesar de estar casi en otoño, el tiempo acompañaba y apetecía darse un baño en ella. No sabía si lo que estaba viendo era real o fruto de mi imaginación, esta duda la pude responder  yo misma cuando entró Bea por la puerta. Ella iba con un bikini rosa que tenía un extravagante estampado de flores de miles de colores, encima de él llevaba un pareo de color verde pistacho. Beatriz era una mujer guapa, pero eso no era ninguna escusa para darse cuenta de que tenía muy mal gusto a la hora de vestirse.

-Cariño, ¿qué tal estás? –preguntó preocupada.

-Me encuentro un poco mareada, aunque no me acuerdo de nada de lo que pasó anoche ni donde estoy. Me gustaría que me lo explicaras. –dije esto mirando fijamente a Bea y tocándome la cabeza a causa del dolor.

-Pues…a ver cariño…como te lo explico. Resulta que ayer acabaste con todo el alcohol que había en la discoteca, como te vimos muy mal y yo…pues quería tema con Héctor…ya me entiendes…pues él educadamente  nos ofreció su casa y aquí estás en una gran habitación con unas vistas maravillosas.- me mintió Beatriz sin dudarlo.

-¿Estás segura que sólo tomé alcohol?

-Sí, segurísima.- mintió otra vez.

-¿Y Lola, dónde está?

En ese mismo instante se abrió la puerta de la habitación y entró  Lola, ella iba vestida con unos tejanos azules y una camiseta de tirantes de color morado.

-Justo estaba preguntando por ti.-dije con una sonrisa en la cara al verla.

-Ya veo que te encuentras mejor, que vaya pedo te pillaste anoche.- me dijo Lola dándome pequeños codazos en el brazo.

-Bueno chicas dejad de repetírmelo que lo sé, lo sé. A todo esto tengo hambre…-dije avergonzada de mi misma.

-Normal, son las 14:00.

-¿!QUÉ¡?-dije sorprendida.

-Venga anda vístete que bajamos nosotras y pedimos al personal que nos prepare algo para comer. En una hora te quiero ver abajo.-dijo Beatriz guiñándome un ojo.

Ambas salieron de la habitación y yo me dispuse a ducharme.  El baño era realmente bonito y enorme. Era también blanco, había justo en frente de la puerta una amplia bañera y a mi derecha una ducha con hidromasaje, yo me decanté por la bañera, necesitaba relajarme y quitarme todo el olor a colonia, alcohol y discoteca que habitaba por todo mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me quedaba una escasa media hora para vestirme, así que me enrollé una toalla por todo mi cuerpo y otra por el pelo. La última me la coloqué en forma de un gran moño. Cuando volví a la habitación pensé en donde podría estar mi ropa, deduje que estaría en el interior de aquel armario grande que había en la habitación así que lo abrí, y lo que encontré era todo tipo de ropa, de todos los estilos. Me decanté por unos pantalones negros largos y una camiseta azul marino con un corazón rosa hecho por calaveras. Cuando terminé de vestirme fui de nuevo al baño, a secarme el pelo y a peinarme. Me hice una cola de caballo. Después de todo eso, salí de la habitación y divisé un largo pasillo, en él se encontraban muchas puertas que deduje que eran más habitaciones, justo mi izquierda había unas escaleras de madera, las bajé sin dudarlo y cuando terminé de bajarlas, estaba en un gran salón con las paredes color pastel y los muebles de madera y antiguos como en la habitación, en el centro del salón había una mesa alargada y en ella se encontraban Lola y Beatriz esperándome sentadas cada una en una silla. Las saludé y me senté al lado de Lola y en frente de Bea.

-Llegas justo a tiempo.

Al poco rato apareció una mujer con un vestido negro, una cofia blanca en la cabeza y un pequeño delantal blanco. Ella nos sirvió a cada una en el plato 3 pequeñas napolitanas de chocolate y un vaso de zumo de naranja. Cuando acabo se servir salió por la zona de la derecha del salón.

-Osea, que esta casa es de Héctor ¿no?

-Sí, ¿a qué es fantástica? –dijo Bea contoneándose el pelo.

Estuvimos hablando de temas triviales durante un buen rato.

-Bueno chicas os tengo que contar algo.-nos dijo Beatriz con su peculiar mirada picarona que ponía siempre en estos casos.

-Sorpréndenos.-dije con desgana.

-Hoy Héctor hace aquí una fiesta y a ¿que no sabéis qué?

-¿Qué?- dijimos Lola y yo a la vez.

-¡Que estamos invitadas!

-Mira Bea, eso de ir de fiesta está muy bien pero…yo no estoy para más fiestas por ahora que tengo una resaca de muerte.

-Preciosa, la resaca se quita con más alcohol. Así que ven a la fiesta, además no habrá solo alcohol…-Bea me guiñó el ojo.- habrá otras cosas… y también habrá sexo y a ti un buen polvo no te vendría mal…y a Lola tampoco.

-Venga Miriam apúntate, total una resaca más una resaca menos…

-Buena vale, me apunto ¿a qué hora es? Y no tengo nada que ponerme.

-Me dijo Héctor que era aquí, a las doce de la noche y sobre la ropa, en los armarios de vuestras habitaciones tendréis ropa para elegir. Bueno yo tengo que irme que he quedado con mi hombre…- cuando acabó de decir esto Bea salió del salón. Lola y yo nos quedamos hablando sobre la fiesta de esta noche.