27 de septiembre, 2009
-Vale, a las once en punto estoy allí.
Colgué el teléfono y fui casi corriendo a mi habitación. Abrí el armario y me quedé durante unos segundos pensando en qué podría ponerme, y enseguida lo tuve claro. Cogí una falda bastante corta, las botas y una camiseta que dejaba al descubierto uno de mis hombros. Cuando me terminé de vestir, me fui al baño a maquillarme, aunque la verdad, no me hacía demasiada falta. Me miré al espejo, y aunque quizás no soy la más adecuada para decirlo, he de admitir que no estaba nada mal. Pelo largo, ojos grandes, sonrisa bonita, y el cuerpo no se quedaba nada atrás.
Salí sonriente del baño, y cogí el pequeño bolso negro con las llaves, el móvil, dinero y alguna cosa más que pudiera necesitar, y me fui cerrando la puerta con llave.
Cuando llegué al portal, eran las once menos diez, llegaba casi con el tiempo justo. Me subí al coche, y conduje hasta la discoteca donde había quedado con mis amigas.
Cuando llegué allí, ellas ya estaban esperándome. Beatriz, rubia, ojos marrones, alta y bastante guapa, aunque un poco... ¿promiscua? Luego estaba Lola, quizás menos agraciada físicamente, pelo negro, ojos verdes y un poco más bajita, pero con un encanto natural que cautivaba a cualquiera que se le acercaba.
Me acerqué a ellas y las saludé dando dos besos.
-Hola chicas.
-¡Hola!
-¿Habéis visto la cola que ahí?-dije mirando hacia el final de la hilera de gente-.
-Sí, pero nosotras hoy somos vips-dijo Bea con una sonrisa de suficiencia-.
Sacó su DNI y un papel que llevaba en el bolso, y se lo enseñó al portero de la discoteca. El tipo asintió levemente y nos dejó pasar, Lola y yo sorprendidas por esto.
Cuando estuvimos dentro, me acerqué a Bea.
-¿Cómo has hecho eso?
-Bueno, digamos que una tiene contactos-dijo mientras buscaba a alguien con la mirada-.
-¿Otra vez?
-No tía, esta vez sé que es el bueno. Es que es él, lo presiento.
-Eso dijiste de los últimos... ¿veinte o treinta?
-Lo sé, pero esta vez es diferente-y después de decir eso se le iluminó la cara con una de sus sonrisas espectacularmente bonitas, y espectacularmente falsas-. ¡Ahí está, Miriam, Lola, mirad! Es ése.
Lola y yo miramos en la dirección que nos indicó Bea, y vimos a un hombre considerablemente mayor que ella, pelo moreno y corto, ojos verdes, y unos 35 quizá 40 años. Y posiblemente lo más importante para Bea, famoso y rico.
Se acercó a Bea y la besó levemente, después nos miró a nosotras.
-Bueno, os presento a Héctor. Es un empresario.
-Hola, encantado-y nos dio dos besos.
-Bueno Bea... nosotras nos vamos a pedir algo, ¿queréis alguna cosa?
-Sí, a mi me traes un Martini por favor-dijo Bea.
-Yo lo mismo-dijo Héctor.
-De acuerdo-y nos fuimos a por la bebidas-. ¿Qué opinas de esto, Lola?-le pregunté cuando estábamos solas.
-No sé, es lo de siempre-dijo ella quitándole importancia-. Cuando se canse de él y le haya quitado algo de su dinero, le dejará. Creo que le durará una, quizá dos semanas.
-Mucho me parece...
Nos empezamos a reír y volvimos con tres martinis y una coca cola para Lola. Cuando dejamos las cosas en la mesa, Bea y Héctor estaban besándose de forma tan apasionada que no se sabía dónde empezaba uno y donde el otro. Lola carraspeó y ellos se separaron con cara de excitación. Demasiada excitación, pensé yo, y por la cara de Lola, ella también.
-Vaya, gracias chicas, qué rápidas-y se bebió medio martini de un trago-. ¿Vamos a bailar o qué?
-Venga vamos, cariño.
-¿Venís?
-Yo voy-dijo Lola, y Bea le guiñó el ojo-. ¿Miriam?
-Yo voy después, ahora no me apetece.
-Vamos, no seas sosa. Estamos en una discoteca, tienes que bailar-dijo Bea-.
-Que no, de verdad, luego voy.
-No seas tonta, toma, verás cómo te entran ganas-y Bea fue hacia su bolso y sacó una bolsita de plástico con 5 pastillas-.
-¿Bea? ¿Tienes drogas ahí?
-No son drogas, son estimulantes, para pasármelo mejor. Lola las toma.
-¿Eso es verdad?-dije mirando a Lola. No me podía creer que lo dijeran tan tranquilas.
-Claro, por cierto, dame una-y Bea le pasó la pastilla y ésta se la tomó como si nada.
-¡¿Pero qué hacéis?!
-Anda, anda, deja de gritar como una loca, y tómate una. Por una no pasa nada, solo para probarlas. Verás cómo no te arrepientes.
-No pienso tomar eso.
-Que sí, solo una, de verdad, si nunca más quieres volver a tomártelas, no lo hagas. Pero al menos pruébalas. No te pasará nada, confía en mí.
-¿Cómo voy a confiar en ti? Estás drogada.
-Que no, ¿tú me lo notas? Por una pequeña dosis no pasa nada. Mira, tómate esto, solo la mitad. - me dijo bea estirando la mano en la que tenia la mitad de la pastilla.
Yo accedí a cogerla, me la metí en la boca aún dudando por lo que me podía pasar y me la tomé con un abundante trago de Martini. A los escasos minutos me sentía mareada y muy efusiva, empecé a bailar como una loca, y a beber de todo tipo de alcohol que se encontraba en la discoteca. Derrepente, se me nubló la vista y me desperté en una habitación, lo peor de todo es que no la reconocía...