miércoles, 26 de enero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 5

29 de Septiembre, 2009

-Oh, dios mío- gemí a causa del dolor de cabeza y de cuerpo que tenía.

Estuve un rato quejándome por el dolor y restregándome los ojos para poder ver donde me encontraba. Logré darme cuenta de que me estaba en la misma habitación que la mañana anterior, la diferencia era que estaba desnuda y que tenía todo el cuerpo dolorido. Noté como en una de mis nalgas había un pequeño moratón. Al principio me asusté mucho, por qué no recordaba nada de lo que había hecho la noche anterior. De repente salió del baño Héctor, tenía la misma sonrisa encantadora de la primera vez que le vi. Él iba en calzoncillos.

-Ya te has despertado. Has tenido una noche muy movidita. Bueno quien dice has...dice hemos. –dijo Héctor guiñándome un ojo y sentándose en la cama para vestirse.

Después de esas escasas palabras, comprendí todo. Me había acostado con Héctor. Me había acostado con el novio de mi amiga y lo peor de todo es que no recordaba absolutamente nada de lo que había pasado aquella noche. En ese mismo momento empezó a recorrer un gran cosquilleo por mi cuerpo, no sabía si era miedo o una consecuencia de todo el alcohol que había tomado.

-¿¡ME  ESTÁS DICIENDO QUE NOS HEMOS ACOSTADO!? No, esto no puede haber pasado. Explícamelo, por favor Héctor. Tiene que ser un sueño enserio. –dije levantándome de la cama como pude y cogiendo la sábana para taparme.

-Miriam, deberías de descansar. Ayer ibas a rebosar de alcohol y…otras cosas. Te vi preciosa y muy efusiva. Además te me lanzaste y yo no pude resistirme a tus encantos y acabamos aquí, pero tranquila que no le diré nada a tu amiga eso si mejor que ella eres en la cama.

-Serás hijo de…

-¡Miriam! Tengo que hablar contigo tía. –Bea interrumpió a Miriam mientras daba golpes a la puerta para pasar.

-Joder, joder, joder. ¿Y ahora qué hacemos?- susurré a Héctor muy enfadada.

-¿Con quién estás hablando Miriam? Que te oigo tía, ábreme por favor.

Al cabo de unos minutos, se abrió la puerta de la habitación y detrás de ella se encontraba Bea, que se quedó paralizada por lo que estaba viendo. Nos vio a mí y a Héctor en la habitación, a mi completamente desnuda con una fina sábana enrollada por mi cuerpo y a Héctor en calzoncillos.

-¡No me lo puedo creer! ¡No me lo puedo creer! Y mucho menos de ti, pero serás zorra. –dijo Bea alterada.

-Relájate tía, esto no es lo que parece.

-Pero como no va a ser lo que parece. Además de borracha y drogadicta eres una puta.

Después de decir Bea esto, se acercó a mí de forma agresiva y me empujó hacia la puerta. Después continúo empujándome hasta conseguir llevarme a la salida de la casa. Yo me quedé tirada en el jardín, completamente desnuda y con una fina sábana blanca. Estuve un rato en el suelo, llorando por lo ocurrido. Cuando me iba a levantar para irme de allí, se abrió uno de los ventanales de la habitación donde había dormido las dos últimas noches.

-Tú, zorra, aquí tienes tu ropa, tu bolso, y las llaves del coche. No quiero volver a verte nunca más.  –dijo Beatriz mientras me tiraba por la ventana todas mis cosas.

Yo las recogí y me dirigí al coche rápidamente. Me vestí y me fui de allí, lo único que me apetecía en ese momento era irme a mi casa. Cuando llegué aparqué el coche en el garaje y me dirigí a mi portal. Durante el corto camino que tenía que hacer, me encontré a un chico, era de tez morena y muy alto. Al principio me dio miedo, pero cuando vi que se acercaba a mí con algo en la mano, entendí  lo que pretendía hacer.

-¿Quieres algo de mercancía?- dijo enseñándome lo que tenía en la mano.

Mi respuesta era un no, pero había pasado muchas emociones fuertes y necesitaba relajarme. Sabía que porque tomara un poco, otro día más no pasaría nada, pero a la vez me atormentaba, ya que el comentario que había hecho horas antes Beatriz podía ser cierto y yo no ser consciente de ello.

-Sí- le respondí.

-¿Qué quieres?

-¿Qué tienes?

-Cocaína y chocolate.

-Quiero cocaína.

-¿Cuánto?

 -Un gramo.

-Son 30 €

Saqué el dinero del bolso y se lo di al chico. Éste me dio una pequeña bolsa en la que contenía un polvo blanco. Aquella bolsa me hizo recordar todo lo ocurrido en las pasadas fiestas. Recordé como Bea me ofrecía una pastilla en la discoteca y también recordé como guardaba en el bolso una bolsa similar a la que me había dado aquel chico. Pero eso no me importaba, me di cuenta en ese momento que mi supuesta mejor amiga me había metido en el mundo de la droga y a pesar de ser consciente de ello, no me lo pensé ni un segundo y me lleve aquella cocaína.

Me  la guardé en el bolso y me fui a casa. Cuando llegué me puse cómoda. Para mi ponerme cómoda era estar en ropa interior con una camiseta larga. Así que eso hice, después encendí la televisión y saqué del bolso la cocaína que había comprado escasos minutos. Abrí la bolsa y me dispuse a echar todo el contenido en la mesa. Cogí una tarjeta de mi monedero y con ella hice finas rayas con aquel polvo blanco. Cuando ya estaban hechas, hice un pequeño y fino tubo con un billete de 20 euros y me ayude con el tubo para esnifarlo. Cuando ya lo esnifé, me tumbé en el sofá a ver tranquilamente la televisión. Al poco tiempo todo me daba vueltas. Me dirigí a la cama como buenamente pude, tan solo me acuerdo de que me tumbé y que el techo era de formas tétricas, después cerré mis ojos y me dispuse a relajarme y a olvidarme de todo lo que había pasado esos últimos dos días.

domingo, 16 de enero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 4

28 de septiembre, 2009, 8:00 pm

Me encontraba sentada en el borde de la cama de mi habitación, con las puertas del enorme armario abiertas de par en par  frente a mí. Al final, Bea había conseguido persuadirme de que fuera a la fiesta, así que tendría que encontrar ropa de más o menos mi estilo en aquel mar de prendas que se alzaba delante mía. No me apetecía nada asistir a aquella dichosa fiesta, todavía me duraba la de ayer, pero sabía con certeza que si no le seguía la corriente a Bea, seguiría con el mismo tema y yo, como siempre, acabaría cediendo, así que de esta manera me hacía incluso un favor a mí misma.

Suspiré para dejar de pensar, y volví mi vista y mi atención de nuevo al armario. Vi un vestido color azul oscuro, elegante pero no demasiado, con escote palabra de honor y corto. No me convenció demasiado, pero fue lo mejor que vi, así que cogí los zapatos que más le pegaban (azules de punta, con un tacón alto y fino y pequeños diamantes incrustados en los bordes) y me vestí en 10 minutos. Después me dirigí al baño a maquillarme e intentar disimular como mejor se podía la resaca que se resistía a desaparecer por completo y arreglarme el pelo desastroso que tenía, tan desastroso que estuve 40 minutos en el baño. Justo cuando terminé, Lola entró en mi habitación.

-¿Miriam? ¿Estás lista?-dijo desde la puerta-.

-Sí, ya he terminado-le contesté saliendo del baño terminando de recogerme el pelo en un moño elegante-.

-Estás increíble tía-me dijo Lola asombrada-. Aunque la verdad no es nada nuevo.

-Gracias tonta, tú estás preciosa.

-Bueno, vamos a la fiesta ¿no?-me dijo Lola entusiasmada-. Está empezando a llegar la gente.

-De acuerdo-accedí un poco más desganada-.

Salimos de la habitación y bajamos las escaleras para llegar al enorme salón en el que se iba a realizar el evento. Héctor y Bea se encontraban en la entrada saludando con una sonrisa a todos los que estaban llegando a la enorme casa. Al vernos bajar por las escaleras, sonrió a un tipo rubio alto y a su mujer larguirucha y aún más alta que él, le dio un breve beso a Héctor, y se dirigió hacia nosotras.

Iba vestida con una falda negra, corta, unos zapatos negros también de una altura imposible, y una camisa blanca, y llevaba el pelo suelto y liso.

-¡Qué guapas chicas!-nos dijo sonriendo-.

-Pues anda que tú-le dijo Lola-.

-Nada, nada, vosotras vais mejor. ¿Pasamos al salón y nos tomamos algo?

-Si todavía no ha empezado la fiesta ¿no?-dije yo-.

-Y qué más da, así vamos calentando-dijo Lola-.

-Bueno está bien, pero empecemos con algo suavecito que a mí todavía me dura lo de ayer-dije mientras andábamos hacia el salón, donde ya había unas siete u ocho personas más-.

-Vale abuelita, ¿quieres un vasito de agua?-se burló Bea, y Lola se carcajeó-.

-No estaría mal-respondí sonriendo levemente-.

-Anda anda, deja de decir tonterías-llegamos a la barra que había preparada en el enorme y lujoso salón-.

-Buenas noches, ¿qué desean?-nos dijo el joven camarero sonriente-.

-Pues no sé... nos pones... tres Bacardi con limón, por favor-dijo Bea-.

-Enseguida señorita.

-¿Eso es algo suavecito para ti?-le pregunté un tanto molesta-.

-No seas tonta, si es gratis. Cuando no quieras más lo dejas, o lo que quieras.

-Vale, pero no me pidas más cosas.

-Que no, que no.

El chico nos sirvió las tres copas y nos dirigimos a uno de los ocho sofás negros de piel de diferentes tamaños que había repartidos por la estancia. Nos sentamos en uno no muy grande, donde entraban cuatro personas y nos pusimos a hablar de la gente, de la casa, de la fiesta, de Héctor... y así se nos pasaron las horas hasta que llegaron las doce y diez, que ya había llegado todo el mundo sin ni siquiera darnos cuenta.

Había en el salón unas 35 personas, casi todas personas importantes y conocidas. Había presentadores de televisión, actores, empresarios... lo que era la clase alta. Al ver todo eso, me sentí un poco fuera de lugar, yo no tenía ni la mitad de poder adquisitivo que aquellas personas, a pesar de que no me faltaba precisamente el dinero. Me giré para compartir impresiones con mis amigas y vi a Bea guardando algo en su bolso de forma misteriosa. Aquella imagen me resultó extrañamente familiar.

-Bea, ¿qué haces?

-Nada, retocándome un poco el maquillaje, se me había movido la raya.

-Chicas sosas, me voy a bailar-dijo Lola de repente-. He visto un tío que está... me voy a buscarle-se levantó deprisa y se perdió en la multitud-.

-¿Qué le pasa a ésta?-le dije a Bea-.

-No sé, quiere divertirse, es lo normal tía-me dijo tranquilamente-. Bueno, yo también me voy a ir a bailar, estoy harta de estar sentada, ¿te vienes?-y se bebió lo que quedaba de su Bacardi-.

-No sé tía...-dije yo bebiendo un pequeño sorbo. Después continué bebiendo mirando a la gente, al salón, que me resultaba extraño, y me entraron unas ganas irrefutables de movimiento-. Venga sí, vamos a alegrar las caras de estos aburridos...

-¡Así me gusta!-dijo Bea feliz-.

Nos levantamos del sofá y en nuestra búsqueda de alguien con quien bailar, pues todos estaban parados, vimos a Lola con un chico joven de unos 25 años, moreno y sonriente, bailando con gran proximidad.

-Creo que Lola ha encontrado a su hombre-me dijo Bea-.

-Pues sí, tiene pinta.

-¿Por qué no te buscas a uno?

-Está bien, a ver qué veo por aquí-Bea se marchó con Héctor y yo comencé a buscar a mi pareja de esa noche. Me dirigí a un chico alto, de más o menos 30 años risueño y moreno-.

-Hola. ¿Cómo te llamas?

-Adrián, ¿y tú guapa?

-Miriam. ¿Quieres que bailemos?

-Quién te rechazaría preciosa.

Nos reímos y charlamos mientras bailábamos. Resulta que el tipo estaba casado y tenía dos hijos, pero para mi sorpresa, aquello no me importaba lo más mínimo. Lo único que quería era pasármelo bien con él, yo nunca había sido así. Entonces recordé a Bea guardando algo en su bolso y estuve a punto de recordar más cosas pero...

-¡Cambio de pareja señores! Que así es un aburrimiento-dijo Héctor sonriente, y se puso a mi lado-. ¿Un baile, señorita?

-Claro.

Me cogió las manos y empezamos a bailar sin seguir siquiera el ritmo ni el sentido de la música, simplemente nos divertíamos sin importar los demás. Las luces comenzaron a apagarse lentamente, escuchaba el sonido de mi risa por encima de todas las cosas, la gente comenzó a desaparecer de mi vista. Recuerdo como Héctor subía las escaleras conmigo en brazos. Recuerdo como nos metimos en su habitación y recuerdo que me tiró a la cama, con una leve sonrisa torcida y cómo se desabrochaba los botones de su camisa. Y después, lo último que puedo recordar, es estar tirada desnuda en mi cama de la habitación blanca, tapada con una sábana y con una de las peores jaquecas de mi vida.

jueves, 6 de enero de 2011

Diario de una puta - Capítulo 3

28 de septiembre, 2009


Cuando me desperté me daba vueltas todo, empecé mirar por todas partes, no reconocía el lugar donde me encontraba. Estaba en una habitación completamente blanca, si no hubiese sido por el gran ventanal que tenia a mi izquierda hubiese pensado que estaba en el  hospital. Los muebles eran marrones oscuros de un estilo antiguo pero elegante. La cama era de matrimonio y como el resto de la habitación, de color blanco. A mi izquierda como he nombrado antes había un gran ventanal que daba a una enorme piscina, a pesar de estar casi en otoño, el tiempo acompañaba y apetecía darse un baño en ella. No sabía si lo que estaba viendo era real o fruto de mi imaginación, esta duda la pude responder  yo misma cuando entró Bea por la puerta. Ella iba con un bikini rosa que tenía un extravagante estampado de flores de miles de colores, encima de él llevaba un pareo de color verde pistacho. Beatriz era una mujer guapa, pero eso no era ninguna escusa para darse cuenta de que tenía muy mal gusto a la hora de vestirse.

-Cariño, ¿qué tal estás? –preguntó preocupada.

-Me encuentro un poco mareada, aunque no me acuerdo de nada de lo que pasó anoche ni donde estoy. Me gustaría que me lo explicaras. –dije esto mirando fijamente a Bea y tocándome la cabeza a causa del dolor.

-Pues…a ver cariño…como te lo explico. Resulta que ayer acabaste con todo el alcohol que había en la discoteca, como te vimos muy mal y yo…pues quería tema con Héctor…ya me entiendes…pues él educadamente  nos ofreció su casa y aquí estás en una gran habitación con unas vistas maravillosas.- me mintió Beatriz sin dudarlo.

-¿Estás segura que sólo tomé alcohol?

-Sí, segurísima.- mintió otra vez.

-¿Y Lola, dónde está?

En ese mismo instante se abrió la puerta de la habitación y entró  Lola, ella iba vestida con unos tejanos azules y una camiseta de tirantes de color morado.

-Justo estaba preguntando por ti.-dije con una sonrisa en la cara al verla.

-Ya veo que te encuentras mejor, que vaya pedo te pillaste anoche.- me dijo Lola dándome pequeños codazos en el brazo.

-Bueno chicas dejad de repetírmelo que lo sé, lo sé. A todo esto tengo hambre…-dije avergonzada de mi misma.

-Normal, son las 14:00.

-¿!QUÉ¡?-dije sorprendida.

-Venga anda vístete que bajamos nosotras y pedimos al personal que nos prepare algo para comer. En una hora te quiero ver abajo.-dijo Beatriz guiñándome un ojo.

Ambas salieron de la habitación y yo me dispuse a ducharme.  El baño era realmente bonito y enorme. Era también blanco, había justo en frente de la puerta una amplia bañera y a mi derecha una ducha con hidromasaje, yo me decanté por la bañera, necesitaba relajarme y quitarme todo el olor a colonia, alcohol y discoteca que habitaba por todo mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me quedaba una escasa media hora para vestirme, así que me enrollé una toalla por todo mi cuerpo y otra por el pelo. La última me la coloqué en forma de un gran moño. Cuando volví a la habitación pensé en donde podría estar mi ropa, deduje que estaría en el interior de aquel armario grande que había en la habitación así que lo abrí, y lo que encontré era todo tipo de ropa, de todos los estilos. Me decanté por unos pantalones negros largos y una camiseta azul marino con un corazón rosa hecho por calaveras. Cuando terminé de vestirme fui de nuevo al baño, a secarme el pelo y a peinarme. Me hice una cola de caballo. Después de todo eso, salí de la habitación y divisé un largo pasillo, en él se encontraban muchas puertas que deduje que eran más habitaciones, justo mi izquierda había unas escaleras de madera, las bajé sin dudarlo y cuando terminé de bajarlas, estaba en un gran salón con las paredes color pastel y los muebles de madera y antiguos como en la habitación, en el centro del salón había una mesa alargada y en ella se encontraban Lola y Beatriz esperándome sentadas cada una en una silla. Las saludé y me senté al lado de Lola y en frente de Bea.

-Llegas justo a tiempo.

Al poco rato apareció una mujer con un vestido negro, una cofia blanca en la cabeza y un pequeño delantal blanco. Ella nos sirvió a cada una en el plato 3 pequeñas napolitanas de chocolate y un vaso de zumo de naranja. Cuando acabo se servir salió por la zona de la derecha del salón.

-Osea, que esta casa es de Héctor ¿no?

-Sí, ¿a qué es fantástica? –dijo Bea contoneándose el pelo.

Estuvimos hablando de temas triviales durante un buen rato.

-Bueno chicas os tengo que contar algo.-nos dijo Beatriz con su peculiar mirada picarona que ponía siempre en estos casos.

-Sorpréndenos.-dije con desgana.

-Hoy Héctor hace aquí una fiesta y a ¿que no sabéis qué?

-¿Qué?- dijimos Lola y yo a la vez.

-¡Que estamos invitadas!

-Mira Bea, eso de ir de fiesta está muy bien pero…yo no estoy para más fiestas por ahora que tengo una resaca de muerte.

-Preciosa, la resaca se quita con más alcohol. Así que ven a la fiesta, además no habrá solo alcohol…-Bea me guiñó el ojo.- habrá otras cosas… y también habrá sexo y a ti un buen polvo no te vendría mal…y a Lola tampoco.

-Venga Miriam apúntate, total una resaca más una resaca menos…

-Buena vale, me apunto ¿a qué hora es? Y no tengo nada que ponerme.

-Me dijo Héctor que era aquí, a las doce de la noche y sobre la ropa, en los armarios de vuestras habitaciones tendréis ropa para elegir. Bueno yo tengo que irme que he quedado con mi hombre…- cuando acabó de decir esto Bea salió del salón. Lola y yo nos quedamos hablando sobre la fiesta de esta noche.